El icono comercial más reconocible del mundo es, sin duda, la botella
Contour de Coca-Cola, un envase con casi 100 años de vida que
ha tenido a lo largo de su historia todo tipo de versiones, tamaños y
materiales. A la larga lista de modelos ahora hay que sumarle uno que puede ser
de los más llamativos: la bolsa de plástico.
El motivo
del lanzamiento de este peculiar envase no es que la multinacional quiera
sorprender al mercado; en realidad, es la solución que han encontrado a un
problema detectado en El Salvador y que estaba afectando peligrosamente
a la imagen de la marca.
En el país centroamericano es muy común ver a personas tomando
Coca-Cola en bolsas de plástico, ayudándose de una pajita. Esto se debe a que prefieren
no pagar el coste extra que
supone llevarse la botella de cristal reutilizable, y las tiendas les ofrecen
esta solución low cost.
Ante la imposibilidad de cambiar este hábito, la marca de
refrescos decidió aprovechar la situación y solucionar el problema precisamente
potenciando el uso de este tipo de envases. Su brillante idea fue suministrar a
los comercios bolsas de plástico con forma de botella de Coca-Cola, en las
cuales estaba su logo impreso.
Gracias a ello lograron recuperar el poderoso poder de branding
que tiene su botella. Los que antes se paseaban por la calle con una bolsa
rellena de un líquido oscuro no identificable, pasaron a ser consumidores
visibles de Coca-Cola encantados de lucir el nuevo envase. La otra gran idea de
la marca fue hacer estas bolsas biodegradables,
evitando así que su proliferación supusiera un perjuicio para el medio
ambiente.
Pese a que en un principio el uso de estas bolsas estaba pensado
exclusivamente para El Salvador, el nuevo formato no ha tardado en dar
el salto a otros países vecinos en la zona de Centroamérica. Una prueba
de que cuando una marca atiende a las necesidades de sus consumidores, las
posibilidades de éxito se multiplican.
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