jueves, 6 de junio de 2013

Nunca es tarde....


¿Qué hace un filólogo, de cincuenta años, en un laboratorio de análisis de alimentos? Suena a pregunta absurda, pero no lo es. Y además tiene hasta varias respuestas claras: aprender una profesión, graduarse como Técnico Superior en Procesos y Calidad en la Industria Alimentaria y buscarse una vía alternativa, totalmente novedosa, que le permita acceder nuevamente al mercado laboral.

Tal es mi caso personal y en ello estoy. De momento, realizando las prácticas laborales (la Formación en Centro de Trabajo, como dice la Administración educativa), en un laboratorio de Estepa, Eusalud Ostippo, completando esa formación teórica-práctica, al menos en lo que a análisis microbiológico se refiere, que en estos dos últimos cursos he recibido en el I.E.S. ‘Aguilar y Cano’.

Cuando hace precisamente dos años, y después de otros tantos sin encontrar empleo (¡la crisis, dichosa crisis!), tuve la iniciativa de acercarme a nuestro centro para interesarme por la oferta de ciclos formativos, ni yo mismo podía imaginar que, dos cursos y no sé cuántos exámenes y trabajos monográficos más tarde, iba a hallarme a punto de obtener el título de técnico superior en algo que, en aquel momento, no tenía ni idea de qué se trataba ni para qué servía. En aquella entrevista fue clave para mi posterior decisión el profesor Javier Serrano (la profesora Lola Carrasco también me informó amablemente sobre el ciclo de Administración y Finanzas). Sí tenía claro que necesitaba un giro radical, de 180 grados, algo totalmente diferente a lo hecho, algo que volviera a ilusionarme en el día a día. Fue así como decidí matricularme en el Ciclo Formativo de Grado Superior en Procesos y Calidad en la Industria Alimentaria. A Javier siempre le quedaré agradecido por su ánimo y empuje en aquella primera cita.

Para alguien que ya estaba bastante alejado del sistema educativo (eso sí, tras conseguir una Licenciatura en Filología Hispánicas por la Universidad de Sevilla, allá por los años ochenta, y tres años de inglés en una Escuela de Idiomas, por enseñanza libre, en los noventa), volver a estudiar parecía tarea nada fácil. No obstante, soy de los que piensan que el ser humano es animal de costumbres, que uno se adiestra en todo aplicando esfuerzo y tesón y poniendo mucho amor propio, que uno es capaz de vencer los obstáculos más complejos que le puedan salir al paso. En esta adaptación al medio, obviamente, no me ha faltado nunca el apoyo de mi familia -Lola y Pablo-, porque he de confesar que sacrificios hay que hacer, y muchos, como muchas son asimismo las horas de dedicación y, ¿por qué no decirlo? de desvelo. Pero ya se sabe: quien algo quiere, algo le cuesta.

Anécdotas en estos dos años, muchas. Tampoco se trata de hacer una retahíla de situaciones, más o menos divertidas, así que solamente contaré cómo fui considerado en numerosas ocasiones un profesor durante las visitas que realizábamos a las empresas (terminé haciendo una tarjeta que decía: “No se confunda, soy alumno”); también cómo se extrañaron cuando acudí a matricularme porque era “de letras” y el grado a inscribirme era de “ciencias y laboratorio, de biología ” (“todo se aprende”, fue mi comentario) o cómo cuando entré por primera vez en el laboratorio, con mi bata blanca (sigo diciendo que me sienta como a un santo dos pistolas pero, eso sí, la llevo con cierta dignidad), un espacio este que no había nunca conocido porque en la enseñanza de antes los laboratorios eran “virtuales”.

Y aquí me veo estos días primaverales de mayo, preparando medios de cultivo, esterilizándolos en autoclave, repartiéndolos en placas de Petri o RODAC, haciendo diluciones seriadas, manejando pipetas Pasteur, analizando muestras de alimentos, recontando colonias bacterianas y algunas otras tareas propias de cualquier laboratorio de análisis alimentario.
¿Qué hace, por tanto, un filólogo en un laboratorio? Aprender una profesión que puede serle muy útil pronto (así lo desea), cuando salga de nuevo al mercado laboral, oscuro mercado hoy, que todos confiamos en que pronto recupere la luz que necesita y necesitamos.

No quiero ser ejemplo ni de nada ni para nadie. No es mi forma de ser y tampoco creo que mi actitud sea ejemplar. Pero sí quisiera que estas palabras sean para quienes las lean una invitación a la reflexión sobre cómo estamos obligados a mejorar, a ampliar los caminos de nuestra vida, a buscar nuevos derroteros cuando algunos, por las circunstancias que sean, se vean cortados; a formarnos, en resumidas cuentas, para ser mejores, que no los mejores. Posibilidades las hay y lo que hace falta son voluntades. Porque aprender no tiene edad y tampoco excusas. Nunca es tarde…

No quisiera terminar sin recordar aquí y ahora a mi clase, a mis compañeras y compañeros: a Fernando, María del Mar, Clementina, Sandra, Pili, Ana, Patricia, José Manuel, Maricarmen, Inma, María, Rebeca, Carlos (que, por trabajo, solamente estuvo con nosotros el primer curso), Francisco (que tuvo un primer año complicado y ahí sigue, batallando) y a Álvaro, ¡cómo no mencionarle de manera especial!, quien se vino de Huelva cuando también se quedó en desempleo, con quien tuve una mayor afinidad que con el resto, seguramente por una casi similar edad, para convertirse finalmente en amistad. El tiempo dirá lo que seremos capaces de hacer, mas estoy seguro de que lo que sea será bueno, porque somos buena gente.

Tampoco puedo olvidar a mis profesoras y profesores de estos dos cursos: a Teresa Párraga, María del Carmen Pérez, Manuel del Real, Susana Maldonado, Juan José Martínez, María José Montaño y, al ya mencionado, Javier Serrano. Todos ellos grandísimos profesionales de la enseñanza, que dan en cada clase lo mejor que tienen y saben, a pesar incluso de las muchas carencias que padece nuestro ciclo formativo.

Nada más. Como de bien nacido es ser agradecido, mi gratitud sincera, de corazón, a todos quienes han hecho posible que haya podido aprender algo nuevo, algo diferente, algo que llevaré por siempre en el equipaje de mi vida.


José Antonio BARRIONUEVO MARTÍN
Técnico Superior en Procesos y Calidad en la Industria Alimentaria
(hasta junio, en prácticas laborales en empresa)

Mayo de 2013.

lunes, 3 de junio de 2013

ELABORACIÓN DE HELADO

Os dejo las fotografías de la elaboración de helado y barquillos realizados por los alumnos de 1º de Procesos y Calidad en la Industria Alimentaria.

Helado de Turrón



















Envases para helado




Elaboración de Barquillos